lunes, 8 de abril de 2013

CAP. 5



5 - William Something

Me había despertado contento. Bastante para considerar mi situación los últimos días. Mi rodilla tenía unas vendas improvisadas con algún tipo de sabana o tela que claramente no eran para ese fin. El tipo que me había rescatado era un extranjero. Un ingles. Pensé que seria algún isleño, un turista, o alguien de paso. No estaba tan equivocado, de paso estaba, pero p
or ninguna de las razones que me pudiera imaginar en ese momento.
Su nombre era William Churchill, y su manejo del castellano era totalmente nulo. Me llamó mucho la atención eso en un principio, creo que fue lo primero de una gran lista de cosas extrañas. Una lista que inmediatamente incluyo su manera de hablar, y la escasez de elementos, su barba, su peinado, algo en su ropa no era muy normal. Siempre me llamaron la atención esos extranjeros que caminan por la calle Justa Lima, en pleno centro de Zárate. Últimamente, y con la imparable expansión de las fábricas en la zona, cada vez se los ve más. Pensé que seria algún tipo de empresario extravagante, que dio con el infortunio de cargar a cuestas un dibujante errante, y herido
La cabaña parecía hecha hacia unos días, sin martillo, sin nada. Eran unos troncos apilados, mucho más cerca de ser una toldería que una cabaña. Veía como se acercaban unas nubes a lo lejos, ni uno solo de esos troncos y nudos daban confianza. Ni siquiera impedían el paso de los sapos y ranas que buscaban refugio debajo de la sombra… la lluvia era inminente.
Fue y vino un par de veces, en una mesa improvisada tenía unas hojas y planos, en una de ellas dibujaba unas cosas, se rascaba la frente, borraba, y redibujaba otra vez.
Trate de explicarle del León, aunque con mis escasos recursos de idioma no llegamos a ningún lado. Habíamos dado por confirmado nuestros nombres, pero cada vez que intentaba explicarle el peligro ahí afuera, algo nos dispersaba. Me pare queriendo hacer una especie de teatralización. Note que mi pierna estaba mejor de lo que creía, pero no me iba a permitir ni correr, ni hacer grandes movimientos. Fue en ese momento que vi lo que tenía sobre la mesa: un plan, una especie de mapa, y unas pisadas de León dibujadas en la hoja. Le señale, y todo fue más claro. Parece que de ahí en más estipulamos un sistema de comunicación mediante dibujos. Mi cuaderno de Isla iba a tener mucho que ver, todo nuestro dialogo era un bosquejo de garabatos y formas. Fue entonces cuando empecé a decirle William “Something”, ante sus reiteradas correcciones en la pronunciación de su apellido. No le gustaba, claramente. Yo lo disfrutaba mucho, era parte del buen ánimo con el que me había levantado. Me duro poco igual…
Me explicó que no podíamos salir de esa parte de la isla, que estábamos atrapados, que el León nos impedía salir, que tenía un plan, pero que no podía ejecutarlo solo.
Concluí dos cosas importantes: la primera de ellas, y a juzgar por el lugar de la isla a donde él quería llegar, era que no íbamos para el mismo lado. Su intención era subir conforme el Paraná, hacia el Norte (ya veremos porque), y la mía volver por el Puente Brazo Largo.
La segunda conclusión: es que de su plan yo seria la carnada.
Unos segundos después se largo a llover.

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